EDICIÓN NAK 2022

Hace un par de años, mientras leía los magníficos ensayos “El mundo en el oído” y “Pensar y no caer” de mi admirado Ramón Andrés, meditaba sobre la impronta del pensamiento filosófico en nuestra creación musical actual y reafirmaba la necesidad de proteger ágoras de reflexión y conocimiento.

NAK celebra un año más (y ya son ocho) que ha seguido innovando y transformando el tejido cultural navarro, incidiendo en la importancia de la educación y la inclusión, y robusteciendo el trabajo en red. Pero, sobre todo, y con la savia de nuestros aliados, ha podido salvaguardar procesos de reflexión, investigación y creación que hoy son más necesarios que nunca.

Ante una sociedad que, en su mayor parte, concibe el arte como un bien de mercado, las feroces consecuencias del capitalismo sobre la dimensión creativa de las artes no han hecho más que alimentar contenidos superficiales como arma de distracción masiva. Debemos moldear la cultura en nuestro beneficio, no en el de las multinacionales que estrangulan las posibilidades de manifestaciones artísticas alternativas.

La pregunta: “¿Para qué sirven las vanguardias?” se ha intentado contestar humildemente, año tras año, desde este festival. Las propuestas con visión transformadora son nuestro eje vertebrador, pero tal vez deberíamos empezar a preguntarnos: “¿Para qué sirve un festival?”.

Ciertamente, no para presentar la misma oferta que podemos encontrar en los espacios culturales durante el resto del año. Tampoco para convertirse en proveedores de contenidos sin sentido; cajones desastre donde todo cabe sin procesos de reflexión que unifiquen y contextualicen. No. Los festivales deberían complementar las propuestas del resto del año; tener la capacidad para innovar, transformar o empoderar; y, sobre todo, deberían poseer una identidad propia.

“Lo que incidió primeramente en el ser humano y en su constitución del entendimiento fue el sonido. Oír, escuchar, es presentir, y presentir conduce a pensar”.  Estas palabras, bosquejadas al comienzo de “El mundo en el oído”, y germen de esta nueva edición, nos incitan a la búsqueda del conocimiento. Propuestas innovadoras, transformadoras y curiosas que dotan a este festival de una identidad única. Unos encuentros que, lejos de ser un cajón de sastre, ofrecen procesos de creación, reflexión y pensamiento con la mirada puesta en el futuro.

La música de nueva creación, a la que este proyecto dedica todo su aliento, nace en la frontera entre lo conocido y lo desconocido, el sueño y la realidad; y lo que impulsa su materialización es la curiosidad que nos lleva a cruzar esa frontera. Es esta misma curiosidad la que estimula el desarrollo de la civilización, la que subvierte los prejuicios y los estereotipos y, de camino, nos ayuda a conocernos mejor, crecer juntos y hacer futuro. Está en nuestras manos conseguir que la cultura nos represente y por eso seguimos apostando por el NAK, por el poder de la música para atravesar distancias, y seguimos necesitando aliados que hagan posible este proceso.

Escribe también Ramón Andrés: “El hecho de que Platón concibiera al ser humano como un árbol no ha de antojarse una simple abstracción. Un árbol es también su proyección. Quien lo contempla también lo prolonga”. (Pensar y no caer, p.142).

El árbol del conocimiento ha servido como base para elaborar la imagen gráfica del festival, pero también tenemos muy presentes estas palabras para agradecer a quiénes nos contempláis y prolongáis. Artistas, personal colaborador y técnico, agentes culturales y público: gracias, eskerrik asko, por nutrir los brotes del pensamiento y de la creación del NAK.

Yolanda Campos Bergua
Directora artística

TEMÁTICA:
DEL MITO AL LOGOS

En Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, los primeros filósofos, y tal vez alguna filósofa de la que no hemos tenido constancia, empezaron a cuestionarse las incoherencias de los relatos míticos que los envolvían. Eran unos pensadores atraídos por hacerse preguntas, dominados por la curiosidad y por una actitud crítica, y que se propusieron, bajo el prisma de una nueva mirada, observar y analizar la naturaleza intentando descubrir en ella las causas de los acontecimientos, la realidad innata de las cosas.

Esos primeros pensadores nos allanaron el paso a quienes sentimos la necesidad de explorar los límites de lo conocido. Esa curiosidad primigenia es la que impulsa el desarrollo de la civilización subvirtiendo los prejuicios y estereotipos, pero ¿de verdad estamos tan alejados del mito? ¿no favorece nuestro mundo también estos relatos?

Ahora sabemos que no existió tal ruptura con el universo mítico porque estas narraciones surgen también de nuestra necesidad de comprender y justificar nuestra existencia. Son nuestros cimientos y raíces, nuestro origen del mundo y el germen de la cultura. Si llegamos a desvelar los misterios más profundos del universo, ¿sería la humanidad capaz de seguir existiendo?

Tal vez solo podamos seguir transitando el camino hacia la sabiduría sin dejar de observar al mito y confiar en el poder de la música para atravesar distancias. Propuestas que abarcan desde la magia del mito, el origen de la filosofía y la búsqueda del conocimiento hasta la mitificación de la tecnología y la ciencia. En definitiva, universos híbridos entre el mundo de los sueños y la realidad.

Si asumimos que la racionalidad no puede dar cuenta de todo, tal vez nos sea más fácil mantener la incógnita que necesitamos para nuestra supervivencia. Quizá el misterio de la creación artística transite también por ambos senderos, fluctuando entre la frontera de lo conocido y lo desconocido, la magia y la ciencia, EL MITO Y EL LOGOS.

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